Existen muchas películas y documentales que relatan las vidas de los dioses del jazz, explorando su biografía, sus logros y sus miserias.
“Miles Ahead” es una rara avis en este formato histórico, ya que en esta película no todo es música. De hecho con respecto a este tema, la música es en esta ocasión el viento que lleva la trama. La intrahistoria del guión se centra en mostrar el precio de la genialidad, la forma en la que la música puede llegar a ser una carga difícil de transportar, donde el dolor supera al placer. Porque si eres un músico y has conseguido llegar a la cima la presión puede llegar a ser insoportable, ya que tu próximo trabajo debe ser mejor, una y otra vez y así en una espiral imposible de detener. Y de eso trata el argumento, una caótica historia en la que Miles Davis (Don Cheadle) y un periodista de la revista Rolling Stone (Ewan Mc Gregor) se unen en busca de unas cintas de grabación que pueden contener una de las joyas aún no escuchadas del trompetista de Santa Monica, y donde se pone en evidencia que Miles Davis era un motherfucker de primera, un tipo duro forjado en peleas de bares y cuyo ego cuadruplicaba su aparente frágil cuerpo. Drogas, armas, camellos, putas, proxenetas, la mafia del negocio musical de los años setenta y flashbacks melancólicos hacen que las 2 horas de película se pasen volando y que te quedes con ganas de saber más sobre Miles.
La adaptación a las distintas épocas que se evocan son atinadas. Unos repentinos vuelcos al pasado nos ubican afinadamente en la década de los cincuenta, con imágenes menos saturadas de color, de un mayor contraste en medio del humo del cigarro y del sonido de un jazz improvisado, a la luz de la etérea imagen de Frances Taylor (Emayatzy Corinealdi), la musa que fue la inspiración de sus mejores melodías. Por el contrario, en los setenta sobresalen los paneos que barren los colores de las luces de edificios y automóviles; nos dejan ver, asimismo, las contrastadas y atestadas calles de la ciudad. Los cortes son veloces y los movimientos de una cámara dinámica se vuelven muy apresurados, así que por momentos sentimos que la biografía, incluso, cambia de género, para convertirse en una película de acción y aventuras, en el imprudente intento de Miles por recobrar la última cinta que recién había grabado, de manos de gente con dudosas intenciones.
En este tipo de historias, la música juega un papel importante y necesario, ya que es la que suele dotar del ambiente requerido. En “Miles Ahead”, con un soundtrack a cargo del talentoso Herbie Hancock -quien solía tocar con Davis en su último periodo-, se consigue acompañar magistralmente las distintas facetas de la vida del jazzista, creando atmósferas cargadas de melancolía y sentimiento, recreando no sólo épocas, sino sensaciones, climas y entornos.
“Miles Ahead” no es una biografía detallada ni lo pretende. Se trata de ráfagas de vida, pequeños detalles, eventos cruciales y destellos de la personalidad de una de las figuras icónicas del mundo de la música, del jazz en específico, que sin duda marcó una notoria diferencia y una tendencia hacia dónde se dirigían los estilos en una gran parte del siglo veinte.
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